Mi Historia
Mi nombre es David Cortizas. Soy un gaditano que nació un verano de 1978 en San Fernando.
Hijo de militar al que destinaron a Madrid, tuvimos que mudarnos a Alcalá de Henares en 1986, donde cursé tercero de EGB en un colegio militar. Fue allí donde recibí mis primeras clases de baloncesto. Recuerdo a un grupo de señores que iban por los colegios haciendo pruebas de acceso para un equipo que nunca supe cuál era. ¿Os imagináis que fuera una cantera del Real Madrid? Nunca lo sabré.
Lo que no olvidaré nunca es que pasé holgadamente las pruebas de acceso, pero… tenía que medir 1,40 y por aquel entonces mi madre me midió y me dijo: “David, mides 1,28, y eso regalándote unos cuantos centímetros”. Así que no pudo ser, pero seguí con mis clases en aquella escuela.
Al año siguiente volví a mi colegio de siempre en San Fernando, pero en Educación Física se hacía la típica gimnasia, así que me apunté a clases de baloncesto por mi cuenta con el mítico Gálvez, que a todos nos llamaba cariñosamente “Campeón”. Un entrenador duro, estricto y serio como buen militar que era (y sigue siendo), pero un pozo de sabiduría y capaz de sacar lo mejor de cada niño.
Empezó la competición, empezábamos a jugar en ligas entre colegios, ¡éramos malísimos!, pero con mucha ilusión y ganas de seguir aprendiendo. Fue allí donde una vez más nos hicieron unas pruebas y logré entrar en el C.B. San Fernando, donde duré pocos días porque nos dieron las notas y las mías fueron nefastas: tuve que dedicarle más tiempo a los estudios.
A.- La casa de mis padres, donde vivía
B.- Cancha de minibasket donde empecé a entrenar con 9 años
C.- Cancha de basket donde seguí entrenando a partir de los 12
D.- Cancha donde jugué todas las tardes durante muuuuuuuuucho tiempo
Tiempo más tarde tuve otro entrenador llamado Eusebio, con una andadura más breve pero también importante para mí. Es crucial aprender todo lo posible de cada entrenador y quedarse con lo mejor de cada uno.
Después de esto y, sinceramente, no recuerdo por qué motivo, dejé de jugar en equipos y entré de lleno al baloncesto callejero: una cancha de baloncesto cerca de casa era donde todas las tardes sin excepción cogía mi viejo balón y jugaba con los amigos. No os podéis hacer una idea de la cantidad de gente que iba a jugar tanto entre semana como los fines de semana, siempre había varios equipos para hacer eliminatorias, lo pasábamos genial.
Allí conocí a muchísima gente, sufrí lesiones, hice buenas jugadas, otras no tan buenas y fue donde empecé a ‘tocar el aro’. Nunca fue un entrenamiento serio, por lo que no hacía ejercicios concretos, de haberlos hecho no hay duda de que habría sido mejor jugador. Siempre fui un jugador nervioso, impulsivo, de los que saltan al primer amago, de los que cogen el balón y salen corriendo, siempre entrando a canasta y tirando a media distancia, nunca triplista.
Tanta fue la gente que conocí allí que como hice buenas migas con muchos de los componentes de un equipo entré de nuevo a jugar en liga con la Peña Barcelonista, donde jugué muchos años chupando mucho banquillo y haciendo un papel más bien pobre. Nunca llegué a tener mi propia camiseta.
Por aquella época también jugué varios torneos de Street Ball entre ligas y tardes en la cancha.
Pasé de un instituto militar a la Escuela San José, a estudiar Formación Profesional de Administrativo, y afortunadamente esta escuela también tenía un equipo que jugaba en la liga local. El primer año jugué y el segundo año el profesor de Educación Física y responsable de este equipo me pidió que fuera delegado. Y, por supuesto, acepté.
Aquí por fin tuve una equipación propia que me llevaba a casa con muchísima ilusión, con mi número 11. Cogí este número porque cuando empezaron a repartir las camisetas hubo un comentario del que era delegado de “este número no lo quiere nadie”. ¡Pues para mí! Y también porque mi primo de Sanlúcar, con quien estaba muy hermanado entonces, jugó siempre con ese número en el Adesa 80. Nunca quise soltar mi 11.
Cumplidos los 18 años entré en las Fuerzas Armadas profesionales, en la especialidad de Direcciones de Tiro (artillería naval). Mi primer sueldo: 36.610 pesetas. Fui corriendo a Bahía Sur y me compré las Air Jordan 12 Black & White Taxi. Fueron tres años muy intensos pero con una experiencia que jamás olvidaré.
Tuvimos unas maniobras con la OTAN a las que iba un buque de guerra de cada país. De forma paralela a los ejercicios de guerra cada buque tenía un equipo de baloncesto y jugábamos siempre que tocábamos puerto. No os imagináis lo que fue para mí vestir la camiseta de la Real Federación Española de Baloncesto. En esta ocasión no pude vestir el 11 porque era GIGANTE, pero me puse el 5, que era el número que usaba entonces mi mejor amigo. Siempre con mis Air Jordan 12 y jugando contra USA, Grecia, Italia… Fue una vivencia para no olvidar. No sé por qué nunca se ha escrito sobre aquello, España no perdió ningún partido.
Monté mi empresa de bonsais cuando volví de formarme como bonsaísta en Japón, y como no podía jugar porque había perdido las habilidades que pudiera tener, patrociné al que fue mi equipo, Peña Barcelonista, que pasó a ser el ‘Sankofa Bonsai de Baloncesto’. Por fin buenas equipaciones para todos menos para mí.
Ya con 37 años y una vida algo más estable (no demasiado) por fin pude poner una canastita en mi parcela, he vuelto a tocar un balón de baloncesto y me vuelve a latir esta pasión que durante unos años se mantuvo latente. Así nació el proyecto ‘Sé que puedo volar’.